Machoabogados y machoabogadas
De manera harto frecuente nos encontramos con víctimas de violencia de género de todas las clases sociales asistidas (¿?) por abogados/as que no saben absolutamente nada acerca de la sociedad patriarcal y de los mecanismos de dominación masculina, del maltrato institucional a las mujeres, niñas y niños en la llamada justicia, desconocen que existen estereotipos sexistas los que dichos profesionales se encargan de reproducir en la relación con sus clientas, nada saben de las consecuencias que tiene en las mujeres el haber soportado durante períodos prolongados toda forma de violencias. Son profesionales del derecho que desconocen la mejor forma de producir una estrategia para lograr efectividad en un contexto machista que en general tiene jueces y juezas con una insensibilidad y una falta de empatía con el sufrimiento de las víctimas que da vergüenza ajena. Jueces y juezas[1], que son profesionales del derecho también, los que sin sonrojarse escriben resoluciones y fallos no ajustados a derecho, descolgados de la realidad que cotidianamente viven las víctimas y a la vez tratan de garantizar, por sobre todas las cosas, la impunidad del victimario.
Si algo caracteriza los expedientes de las víctimas de la violencia machista es el reiterado cambio de abogados/as, lo que suele ser sexistamente adjudicado por funcionarios/as judiciales a la “locura” de las mujeres, cuando en realidad se debe a que una cantidad increíble de ignorantes y sexistas profesionales del derecho no vacilan, por pesos, euros o dólares, en tomar casos para los que están intelectual y emocionalmente inhabilitados/as: son los machoabogados y las machoabogadas.
Debemos sumarle a ese marasmo judicial en el que están las víctimas, la conducta despreciable de defensoras[2] y defensores privados de los terroristas machistas, de esos machotes violentos que las juegan a los buenos y preocupados padres de sus hijos. Lo deseable sería que estos despreciables defensores pagados por tanto macho cobarde, dado que trabajan por dinero e identificación ideológica machista, tuvieran como estrategia garantizar la limpieza de un proceso judicial para su clientes, pero la realidad es que en general se dedican cumplir el destructivo deseo de su macho pagador: elaborar estrategias para destruir jurídica, emocional y económicamente a la mujer por ser mujer.
Deseo de los clientes a los que en su momento no les importó agredir a estas mujeres-madres delante de sus hijos, insultarlas, descalificarlas, golpearlas o matarlas, y que aún cuando llegaron a este último terrible acto se la pasarán escribiendo notas, recorriendo radios o canales de televisión diciendo cuánto aman a sus hijos y lo bueno que es la custodia compartida obligadamente impuesta por tribunales machistas, mientras los que todavía no mataron siguen hostigando a las mujeres que dejaron vivas.
Defensores y defensoras de machos que conocen muy bien a sus aliados en el poder judicial , a los y las fiscales que pedirán la más baja condena cuando es inevitable solicitar «algo», que pugnarán por una probatione si hay «ambiente»; que enaltecen a los jueces y juezas porque saben que harán recorrer los pasillos de tribunales durante años a cada mujer, que en el juicio las interrogarán como si fueran las culpables o permitirán que los abogados y abogadas de los machos pregunten hasta como fue cuando eran adolescentes la primer masturbación para demostrar, como siempre, que salvo la propia madre (la del machoabogado/a), toda mujer es en sí una clara muestra del mal.
[1] En el Poder Judicial hay una minoría de funcionarios y funcionarias judiciales que trabajan muy bien, con una perspectiva de género y sensibles al dolor de las víctimas. No me refiero a ese sector en este artículo.
[2] Quiero destacar positivamente la labor de defensoras y defensores oficiales, que gratuitamente o con bajos sueldos hacen en general un gran trabajo, ajustado a derecho y a principios éticos.