El misógino de Lacan siempre atrasó teorizando sobre mujeres…

por enriquestola

Y eso es mucho más notable cuando se le quiere “hacer hablar” a Lacan en el siglo XXI sobre las mujeres, sus relaciones con los boludos de Argentina y analizar la película “Me casé con un boludo”

Un artículo del psicoanalista Sergio Zabalza en Clarín del sábado 9 de abril de 2016  transita los acostumbrados estereotipos machistas de muchxs colegas. El texto completo está al final de esta opinión.

Dice Zabalza Es probable que no sucedería lo mismo si aplicásemos una simétrica reciprocidad de género. En efecto: “Me casé con una boluda” no parece despertar mucho entusiasmo. Muchos opinan que para tal afán en todo caso los prejuicios sociales sugerirían el título: “Me casé con una loca”. Pero como “las minas están todas locas” es una frase por demás repetida, incluso por algunas mujeres, tal marquesina no sorprendería a nadie”

Para quienes somos feministas o por lo menos conocemos los estudios de las ciencias sociales sobre género, no nos es posible “aplicar” una simétrica reciprocidad de género sin ocultar la asimetría estructural existente entre el género masculino, el femenino y los otros cuerpos feminizados (estos últimos no encuadrables en el estrecho margen del concepto género). Usar el “las minas están todas locas” no sorprendería porque es la descalificación común de nuestra sociedad patriarcal y el machismo cotidiano, por lo tanto tampoco habla de simetría. El que muchas mujeres lo repitan solo muestra lo que Bourdieu ya explicó en su libro “La dominación masculina”: cómo las personas dominadas aprenden a ver la realidad con las categorías del dominador.

Sin duda, y coincido con Zabalza, el título de la película atrae, pero por diferentes motivos a los que él señala.

Los “machos”, al ejercer el poder patriarcal-socio-económico-cultural-heteronormativo, son inevitablemente el objeto de crítica, ya sea por la forma autoritaria con la que ejercen el poder o por la desnuda mediocridad de sus pensamientos y acciones. Ningún hombre igualitario, afectivo, democrático y solidario va a ser tachado de boludo. Ninguna mujer va a descalificar una relación de igualdad. No hay boludez ni ignorancia en el campo de las dominadas ni tampoco existe la “boludez de la histérica” que, como erróneamente afirma Lacan “no sabe nada del hombre”. Las mujeres saben muchísimo de los hombres, soportan y cada vez más enfrentan sus acosos en el espacio público que es masculino y también la violencia física y psicológica en sus hogares; las mujeres crecen a pesar de la violencia simbólica, sostienen solas hogares con ex-parejas que no tributan pero perjudican mucho; estudian y trabajan para no tener dependencia de los hombres como lo propone nuestra patriarcal cultura.

Las mujeres que logran, con mucho esfuerzo ser independientes en lo económico y en lo emocional, en el manejo de su tiempo, en el desarrollo de sus intereses, en la crianza de sus hijos, en sus orgasmos, pueden mirar a los ojos de una amiga o amigo y decir con una sonrisa o con mucho enojo “¿sabés una cosa? ¡me case con un boludo!”

La boludez, como atributo, es patrimonio masculino.

http://www.clarin.com/opinion/Lacan-ultima-pelicula-Adrian-Suar_0_1555044941.html

¿Qué diría Lacan de la última película de Adrián Suar?

Tribuna

Sergio Zabalza

Se está proyectando con gran éxito una película nacional -con Adrián Suar y Valeria Bertuccelli- cuyo título genera una llamativa atracción: “Me casé con un boludo”. Es probable que no sucedería lo mismo si aplicásemos una simétrica reciprocidad de género. En efecto: “Me casé con una boluda” no parece despertar mucho entusiasmo. Muchos opinan que para tal afán en todo caso los prejuicios sociales sugerirían el título: “Me casé con una loca”. Pero como “las minas están todas locas” es una frase por demás repetida, incluso por algunas mujeres, tal marquesina no sorprendería a nadie.

Entonces, ¿por qué la atracción de ese título que baja del pedestal al semblante masculino? Por empezar, que las mujeres se quejan de los hombres no es novedad alguna: que no escuchan; que sólo piensan en dos o tres cosas, cuando no en una sola; que no se hacen cargo de nada … De hecho, basta prestar atención al diálogo entre dos o más señoras para corroborar que sea por pusilanimidad, egocentrismo, distancia en el trato con los hijos, o incapacidad para ganar dinero, los hombres son blanco casi obligado para el mote de boludo. Lo llamativo en este caso entonces es que la frase del título, si bien nada desconocida, eleva a nivel abierto y público un juicio que por lo general se reserva para el diálogo entre mujeres: legaliza una opinión de la cual todos están al tanto pero cuya enunciación no encontraba la oportunidad de pasar al uso generalizado en el discurso.

Ahora bien, hay un aspecto un tanto soslayado en la boludez que atañe a los hombres, a saber: el hombre enamorado es un poco boludo. Para acceder al amor por una mujer el hombre renuncia a la impostura masculina, dice Lacan. Y es así: el langa se hace el langa, el piola o el canchero hasta que aparece ésa que le hirió el corazón. Se trata de una renuncia al narcisismo a la que la llegada del amor invita por obra y gracia de la contingencia.

Es aquí donde puede aparecer la boludez de ellas, muy poco comentada por cierto, a saber: no estar dispuestas a aceptar que el príncipe azul comete errores, torpezas y se muestra inseguro porque algo de ella le tocó el corazón. Podría tratarse de la “boludez de la histérica” que –tal como bien dice Lacan- no sabe nada del hombre.

Sergio Zabalza es psicoanalista